lunes, 16 de marzo de 2009

Budismo Ch'an


El budismo Ch’an de Shaolin


En la actualidad, los monasterios budistas que escaparon a las diversas destrucciones de las guerras y a la revolución cultural, como el propio
Templo Shaolin, se presentan en un esquema más bien uniforme en casi todo el país, como he mencionado ya anteriormente.

Normalmente situado lejos de aglomeraciones y enclaves habitados, y rodeados de muros, los monasterios dejan libre en su parte central, un amplio espacio donde se ubican, habitualmente en el mismo eje, al menos tres de los cinco edificios principales. Y el monasterio Shaolin cumple perfectamente estas características.

El primer edificio, que sirve a la vez de vestíbulo de entrada, se llama “Vestíbulo de los 4 grandes reyes celestiales”, divinidades protectoras del monasterio que encontramos en la cosmología budista tradicional. Se les puede diferenciar por el color y los instrumentos u objetos que portan en sus manos. Representan también las cuatro direcciones cardinales, siendo el del norte, el guardián de color negro, que lleva una perla y una serpiente en sus manos. El del oeste es blanco y porta un sable, el del sur es rojo y lleva una especie de sombrilla, mientras que el del este es de color azul y lleva un instrumento de música. En el centro de la sala, se alza un pedestal donde están adosados Milefo y Weituo. El primero, con una sonrisa tan grande como su barriga, y rodeado muchas veces de niños, es una representación del Buda Maitreya. El segundo, con características más chinas, es a menudo representado de muchas formas, según la época y los autores. En cualquier caso se trataría de un bodhisattva guerrero que protege la religión budista. Además, en el caso del monasterio budista de Shaolin, existen dos grandes figuras representando sendos guerreros, de aspecto fiero, uno de color azul y el otro rojo, que tienen unos curiosos nombres; “Hu” y “Aah”, sonidos que habitualmente pronuncian los monjes en sus prácticas marciales.

El edificio siguiente, separado habitualmente del primero por un amplio jardín, constituye la parte más importante del conjunto religioso. Se trata del “precioso templo del gran Buda”. Suele estar ocupado por un grupo representativo de los tres Budas. Aquí encontramos al Buda Sakyamuni, flanqueado por Vairocana, el Buda del presente, y de Locana, el Buda del pasado. En muchos casos, estas tres figuras representan en el centro al Buda histórico (Sakyamuni) junto a sus discípulos Ananda y Mahakasyapa. En todos los casos, representan siempre los tres cuerpos del Buda. Este pabellón es el lugar de culto y oración por excelencia de todos los monjes, además de servir, como los demás, para la ofrenda de los fieles creyentes. Se suelen ofrecer inciensos en unos grandes quemadores de bronce y hierro situados justo ante la entrada.

Tras estas divinidades se encuentra la representación de Avalokitesvara o Kuanyin en chino, muy apreciada y popular entre los budistas del país. También podemos encontrar una representación del paraíso de la tierra pura de Amithaba. A ambos lados encontramos las representaciones de los dieciocho Arhats o Lohan, que se consideran los primeros discípulos del Buda
original.

El tercer edificio importante en el templo budista, es el “Templo de la Ley”, y en él encontramos diferentes deidades, que varían según los monasterios. En Shaolin, además, podemos encontrar diversos pabellones, cada uno dedicado a diferentes aspectos religiosos, aunque cabe destacar dos o tres de ellos; el pabellón de Bodhidharma, el de “La perpetua nieve púrpura”, y el célebre pabellón de los mil budas (Qianfodian), donde podemos apreciar las huellas dejadas en el suelo por los monjes, tras cientos de años de entrenamiento. En esta sala se encuentran los famosos dibujos representados en muchas camisetas y los chalecos que se usan en el entrenamiento. Toda la pared de la extensa sala está llena de ellos. Fueron pintados hace más de quinientos años, y en la actualidad, están siendo restaurados, pues se encuentran bastante deteriorados. El nombre de estos dibujos es “Wubeizi” en chino, aunque en occidente se les conoce más por su denominación japonesa, “Bubishi”.

En la actualidad, si bien la mayoría de los templos abiertos al culto son de tradición budista, culto que se practica en ellos, es más bien una mezcla de las tres corrientes filosóficas, conceptuales y religiosas, de marcado carácter popular; el Budismo, el Taoísmo y el Confucionismo, que forman en conjunto una religión que ha calado hondo en la sociedad china tradicional. Esto dio lugar a la peculiar visión de la religión desarrollada por el budismo Ch’an.

Una de las peculiaridades del budismo Ch’an, de origen ciertamente hindú, pero creado y desarrollado en China, es que, desde el inicio de su difusión por el país, tuvo contactos con las dos corrientes principales, es decir, tuvo influencias de las dos escuelas, la Theravada y la Mahayana.
Los primeros datos de que se disponen, fechan el inicio de la difusión del budismo en China, allá por el año 65 de nuestra era, donde se tiene constancia de la existencia de una comunidad en Peng Cheng. Mucho tuvieron que ver los comerciantes de aquella época, que realizaban viajes y peregrinaciones entre la India y China.

La introducción del budismo en China, y su rápida expansión, se basa en gran parte, en un malentendido y en las primeras traducciones de los textos del sánscrito, puesto que, la búsqueda del nirvana, está en contradicción con la búsqueda de la inmortalidad que caracteriza el pensamiento chino tradicional. De ahí que la semejanza - en apariencia - del taoísmo y el budismo, tenga una relativamente gran importancia en su expansión geográfica. El control de la respiración y la retención de la energía, eran conceptos fácilmente asimilables a las técnicas del Yoga. Por otro lado, la doctrina de la Tierra Pura, mostraba una imagen de inmortalidad que no podía más que seducir el carácter pragmático de los chinos.

Sobre el año 310 d.C., llegó a Luoyang, Fo Tuo Teng, un monje peregrino, que con la protección y ayuda de la dinastía Wei, estableció oficialmente el budismo en China, logrando en muy poco tiempo reunir a más de diez mil discípulos. Se creó el primer asentamiento o monasterio budista del país, el “Monasterio del Caballo Blanco” (Baima Shi), aunque este monasterio ya existía desde el año 78. (se encuentra a escasos 70 kilómetros de Shaolin). Posiblemente de aquí salieron posteriormente algunos monjes que se establecieron en una ermita de la ladera del monte Songshan. En aquella época se iniciaron las famosas esculturas en las rocas junto al cauce de un río, llamadas Longmen (puerta del Dragón) de las que aun hoy en día podemos admirar más de cien mil budas de todos los tamaños.

Este importante auge del budismo, y los privilegios de que gozaba, despertó en los confucionistas, vinculados siempre al aparato del estado, fuertes críticas. A esto se unieron los taoístas, que veían en el budismo una corriente religiosa llegada del extranjero. Todo ello generó en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, frecuentes tensiones, que acabaron habitualmente con la persecución de los budistas. Pero estos volvían siempre a resurgir de entre las cenizas, sobretodo durante el período de la dinastía Tang (618 - 907), donde el país vivió una reunificación central, lo que originó uno de los períodos de mayor grandeza y prosperidad de China. El budismo estuvo muy relacionado con este período de tranquilidad. Participó activamente en la renovación económica y su difusión alcanzó pronto todas las capas sociales. Tuvo mucha influencia en el nacimiento de la novela china popular. En esta época, la cultura china quedó para siempre marcada por el budismo. Un claro ejemplo de ello, fue el emperador Xuan Zhang, gran experto en sánscrito, y creador de la escuela de traductores que organizó en Xi’an (antigua Chang’an), construyendo para ellos la “Gran pagoda de la oca salvaje”, donde fueron guardados los manuscritos originales. (Esta pagoda todavía se mantiene en pie y puede ser visitada).

La dinastía Tang, estuvo marcada por el desarrollo de las dos escuelas destinadas a dominar el budismo chino a continuación, la de la Tierra Pura y la del Ch’an. La primera daba mucha importancia a Amithaba y su paraíso. Su sencillez doctrinal extrema, que les permitiría renacer en ese lugar divino tan codiciado, les proporcionó rápidamente un gran número de seguidores. Su naturaleza repentina, no se alejaba en realidad de la segunda, la escuela del budismo Ch’an. Esta toma su nombre de la trascripción fonética del sánscrito de la palabra Dhyana (meditación) y que será conocida posteriormente como Zen en Japón y gran parte de occidente. Esta escuela mezcló muchos conceptos, extraídos del taoísmo y el confucionismo, y dio mayor relevancia a la idea de la meditación activa, incluso al trabajo físico, en contraposición a la meditación sentada y pasiva.. Quizás venga de aquí la idea equivocada de que fue Bodhidharma el fundador del budismo Ch’an en China, ya que este introdujo los conocidos ejercicios en la práctica de los monjes.. La tradición así lo afirma, pero lo cierto es que fue algunos años más tarde, cuando un monje Shaolin, llamado Hui Neng (638 - 713 d.C.) estableció la denominación original del budismo Ch’an. Esto dio pie al asentamiento definitivo del budismo popular, donde aparecieron figuras o imágenes del Buda Maitreya, con su gran vientre y su amplia sonrisa, tan alejado de la iconografía tradicional. (La más representativa imagen de este Buda se encuentra junto al “Templo del alma escondida”, en la ciudad de Hangzhou).



¿Qué es un monje Shaolin?


Mucho se ha hablado, escrito, publicado, fotografiado, filmado e inventado sobre los monjes Shaolin. Pero, ¿qué es realmente un monje?.... ¿sabemos realmente que significa ser un monje?... Mucho me temo que no. La mayoría de autores se ha limitado a escribir sobre ellos, sobre su historia, pero han dejado atrás un aspecto que creo importante para comprender el sentido intrínseco de la palabra ‘monje’. Esto conduce a pensar que, sobretodo relacionado con Shaolin, cualquier chino (u occidental) calvo y vestido de naranja, gris o amarillo, puede ser un monje.

En una entrevista que realicé, con la inestimable ayuda de Yan, a un anciano monje del templo, pude tomar nota de algunos detalles muy relevantes, y que definían con bastante exactitud, cuál era la esencia de los monjes budistas, y más concretamente, la de los monjes de Shaolin, que, por sus características tan especiales, merecen una mención aparte.

Ser monje budista de Shaolin, no es tan sencillo como quizás pueda parecer o como algunos avispados nos han querido vender, motivados por su egocentrismo y su megalomanía. Para ello han de cumplirse una serie de conceptos, como son: Dejar su hogar, vestirse siempre con los hábitos monacales, afeitarse la cabeza, cumplir los preceptos básicos del budismo, hacer voto de pobreza, y pronunciar, en un ceremonial, tres veces, ante un monje y Maestro ya ordenado, la llamada triple fórmula. Entonces se alcanza la condición de novicios, lo que en Shaolin ocurre con frecuencia con niños comprendidos entre los cinco y siete años. Es relativamente frecuente que en el monasterio se recojan niños huérfanos, aunque muy pocos permanecen mucho tiempo allí. Estos estarán bajo la supervisión de algún monje o Maestro, que les instruirá en las doctrinas y las reglas budistas de la disciplina. Aprenderán a leer y escribir, y en el caso de Shaolin, serán iniciados en la práctica del Kung-fu. Normalmente, muchos de estos novicios entran en el templo conociendo ya el Wushu. Como parte de su enseñanza tendrán que trabajar con humildad en las tareas propias del quehacer cotidiano del templo.

Cuando lleguen a la mayoría de edad, que en este caso es a los veinte años, recibirán su confirmación en una ceremonia especial, convirtiéndose en monjes de pleno derecho. En el caso de personas ya adultas, estas debían aguardar por un período no inferior a los seis meses de novicios, antes de poder ser ordenados como monjes Shaolin. En este período se observaba su evolución, su conducta y personalidad, que debían ser intachables. Y aún había más detalles que se tenían en cuenta, antes de poder ser aceptados definitivamente. Por el contrario, no se exige practicar Kung-fu, aunque este es uno de los aspectos que casi todos dominaban, o cuanto menos conocían en el caso de Shaolin.

Una vez aceptados como monjes confirmados, se les cambiaba el nombre suyo por uno budista, según a la generación a la que pertenecieran, aunque esto último, según me comentó el monje Shi Deyong, cada vez se respetaba menos. Ahora, casi todo el mundo se adjudicaba nombres budistas en cuanto entraba a formar parte de la comunidad. Algunos se cambiaban su nombre tras visitar el monasterio....

Como budistas, incluyendo a los laicos, los preceptos más básicos que deben seguir y comprometerse a cumplir, son los cinco siguientes: No matar, no robar, no mentir deliberadamente, no recurrir a prácticas sexuales ilícitas y no ingerir sustancias intoxicantes (drogas, tabaco, alcohol, etc).

Estos cinco votos son los más importantes de la religión budista, que yo, como laico budista, trato de cumplir a rajatabla en su integridad. Pero los monjes deben cumplir una serie muy importante de votos añadidos, hasta una cifra total que no recuerdo exactamente. Y uno de ellos, como ya he mencionado anteriormente, es el voto de pobreza, lo que les obliga a no poseer prácticamente nada, salvo un muy limitado numero de objetos personales. Esto lo pude comprobar, tanto aquí, en Shaolin, como en España, con la ocasión de la visita del Monje Shi Xing Hong a mi escuela. Este Maestro, tan solo llevaba como equipaje, su escasa ropa de monje y su documentación, todo en un pequeño bolso de mano. Nada de maletas y demás cosas que solemos llevar en nuestros viajes los demás. Comía cualquier cosa, y para él, el alojamiento no era relevante; Le bastaba con una simple cama en una habitación. No necesitaba nada más. Para ellos, los monjes, no es relevante dormir en una “suite” de un lujoso hotel, o en una simple y dura cama de hostal. No mostraba una gran euforia por los regalos que recibía, aunque si un profundo agradecimiento por el gesto. En contraste con esto, las extravagancias de los autodenominados “auténticos Monjes occidentales” que asoman por toda Europa, dejan mucho que desear. A estos les interesa mucho su imagen de “únicos representantes de Shaolin en Occidente” (sic), que por cierto, suelen vender bastante cara. Esa auto proclamación, les hace subirse a un pedestal, desde el que se dirigen a los demás ‘pobres mortales’ para venderles sus “enseñanzas”. Pero no vale la pena hablar mucho de ellos...

Muchos creen que los monjes son necesariamente vegetarianos, y esto es un error. El que muchos efectivamente lo sean, tiene más que ver con sus posibilidades económicas que con sus creencias religiosas. Es cierto que el budismo recomienda abstenerse de comer animales, pero esto tiene otro sentido, u otra lectura y explicación. También aquí hay que señalar que el caso de Shaolin es diferente. Aquí esto cobra especial relevancia, ya que un monje guerrero no puede mantener su condición física ni aguantar los durísimos entrenamientos, sin ingerir alimentos de alto valor energético. Es cierto que pueden comer carne o pescado, siempre que los animales no hubiesen sido sacrificados específicamente para ellos. Esto es un precepto que yo mismo sigo al pie de la letra; No como carne ni pescado de un animal, en cuya muerte yo haya tenido una relación o responsabilidad directa o indirecta., es decir, que se haya sacrificado expresamente para mi.

Ellos solo comen carne y pescado ocasionalmente, aunque no la van buscando expresamente como alimento exclusivo. Como ya he dicho, prácticamente no excluyen nada de su alimentación, salvo las bebidas alcohólicas.

Ocurre que en esa etapa tan dura de noviciado que todos han de pasar necesariamente, muchos no aguantan y abandonan antes de ser ordenados. Otros lo hacen más tarde, siendo ya monjes. Porque ser ordenado como monje, es ya una condición vitalicia, aunque con posterioridad se abandone el templo.

Por ello no es extraño encontrar a monjes fumando, un hecho que me llamó mucho la atención, aunque he de reconocer que he visto a muy pocos hacerlo. También es usual ver algunos monjes beber cerveza, pero os aseguro, que en ese caso, seguramente ya no estarán desarrollando sus enseñanzas dentro del monasterio, aunque sigan siendo monjes.

A este respecto, y renombrando al Maestro y Monje Shi Xinghong, recuerdo una anécdota acerca de él y el tema que nos ocupa. Durante un almuerzo en un restaurante de nuestra localidad, este Maestro comió paella y un enorme chuletón, sin perder su eterna sonrisa. Probó por primera vez las aceitunas, que nunca antes había visto (que no le gustaron). Nos quedamos algo perplejos al verle comer con tanta naturalidad. Para él, era solo comida. Para mi, el que comiese carne o no, no era relevante, pues no perdía por ello ni un ápice de su condición de gran Maestro.

Con todo esto, podemos hacernos una ligera idea de que, ser monje, es un proceso mucho más ligado a nuestro interior que a lo externamente visible. El problema estriba en la utilización, muchas veces desmesurada, de la imagen estereotipada del “monje Guerrero de Shaolin”, que vendría a ser un sinónimo de “sello de garantía de calidad”, una etiqueta muy versátil y comercial, que en ocasiones nos lleva a engaño, o como menos, no expone la complejidad del fenómeno.

Le pregunté al Maestro Shi Deyong, que pasos debería seguir yo, como extranjero, si quisiera ingresar en el monasterio como monje.

Él, tras escuchar atentamente la traducción que le hizo Yan, me sonrió y me dijo:

- “Para hacer Kung-fu no es necesario ser monje. Y para ser monje, no es tampoco necesario practicar Kung-fu”. - “Comprendo”, contesté yo, “pero insisto, ¿Qué debería hacer, o qué requisitos debería cumplir si quisiera hacerlo? ... - “Ante todo, y si eres aceptado, deberás poder vivir aquí durante un tiempo largo, estudiar mucho y seguir los preceptos budistas. Eso es lo primero, luego ya se vería. Otra cosa es ser monje guerrero, lo que implica unas pruebas especiales, que has de superar, y que son de carácter espiritual y físico. Ser monje Shaolin es muy complejo y sacrificado, y actualmente, muy pocos siguen el camino completo”.

Esto contestaba a mi pregunta, pero casi sin pensarlo, le siguió otra pregunta, cuya respuesta casi intuía desde hace tiempo; ¿Cuántos monjes Shaolin occidentales existen o están reconocidos por las autoridades del propio monasterio?...... Su respuesta fue tajante, sin el más mínimo atisbo de duda: “Ninguno hasta ahora, solo si estás en Shaolin, puedes ser un monje Shaolin”.

No se que grado de veracidad puede tener esta afirmación, o si la traducción de Yan fue todo lo acertada posible, pero en cualquiera de los dos casos, estoy completamente de acuerdo con ella.



Capitulo 7


El entrenamiento en Shaolin


El primero día de entrenamiento había transcurrido bastante bien, aunque había algo que me preocupaba; Nuestros alumnos ponían demasiado esfuerzo en lo que estaban aprendiendo, lo que les podía conducir en pocos días, al agotamiento físico total. Por mucho que hubiésemos entrenado allí, en España, aquí el ritmo, el calor y la comida eran sustancialmente diferentes y eso, tarde o temprano, les pasaría factura. Aquí, el Kung-fu te cala dentro, muy hondo, hasta el alma, en donde, si no tienes nada que ofrecer en ese plano, estás perdido. No consigues nada, salvo destrozarte físicamente.
El horario establecido para las clases era de 9 a 11 de la mañana, y de 3 a 5 de la tarde, incluyendo los domingos, sin día de descanso. Ya ese primer día acabaron agotados por la tarde. Yo les indicaba que no pusieran tanta potencia en sus movimientos, que fuesen dosificando, pero el entusiasmo no les dejó ver la razón de mis indicaciones y advertencias. Algo ocurrió en esas primeras horas de entrenamiento, que me hizo presagiar que habría problemas.

Esa noche, después de cenar, salimos a dar una vuelta por la ciudad, en un agradable paseo. La temperatura era genial, de modo que una simple camiseta resultaba lo más apropiado y cómodo. Repetimos el mismo recorrido que la noche anterior. Para mi, la finalidad del paseo nocturno era doble; por un lado disfrutar simplemente de ese agradable paseo, sin prisas, y por otro, la intención subliminal de mezclarme con la gente del pueblo, de conocer sus costumbres y tradiciones sociales. En ese plano, todo lo que podía observar, me llamaba la atención. Todo era representativo del modo de vida de los chinos de esta región; sus pequeñas tiendas, abiertas hasta bien entrada la noche, los innumerables restaurantes de todos los tamaños posibles, los puestos de frutas, siempre olorosas y dulces. La gente sentada en las aceras, tomando el fresco, mientras compartían una distendida charla. Todo me era interesante. El aire olía a limpio, algo húmedo quizás, pero muy agradable. Olía a pueblo. Olía a cultura china.

El segundo día de clases, el ambiente ya había cambiado en algo. Pasamos a ser noticia en toda la escuela, a ser mirados con cierta curiosidad. Era obvio que ya se hablaba de nosotros entre todos los alumnos. ¡Los extranjeros saben Kung-fu! Y son bastante buenos. Eso es lo que circulaba en los corrillos de chavales y jóvenes de la escuela. En ocasiones se agolpaban en las ventanas de la sala de entrenamiento, pegando sus caras y narices a los cristales, para ver nuestros entrenamientos. No les estaba permitida la entrada a la sala. Y menos mal, porque, ¿Os imagináis más de tres mil niños entrando y saliendo de ese sitio? ¡Que va! La disciplina era muy estricta en ese sentido.

Cuando llegamos a la escuela, los miembros del equipo de exhibiciones, a los que llamaremos de aquí en adelante como ‘Monjes’, aunque muchos no lo son, estaban limpiando la sala. Y era algo curioso de ver. Unos estaban pasando una gran aspiradora por el gigantesco tapiz rojo, mientras los demás se dedicaban a diversa labores; ordenar las armas, colocar los bancos, pasar la fregona, etc. Y todo lo hacían como jugando. Y sus juegos tenían mucho que ver con el Kung-fu, ya que se movían realizando saltos y patadas ante cualquier ocasión. Todo cuanto hacían tenía que ver con el Kung-fu. Lo llevaban en la sangre, en su alma. Lo vivían plenamente. Esa era parte de su secreto, (si es que había alguno) y de su nivel tan asombroso. Y encima se lo estaban pasando de miedo....

Tras ese segundo día de entrenamiento, al regresar al hotel, Yan nos comentó que esa misma tarde nos trasladaríamos a otro hotel, más confortable y más grande que este. Yo comenté que por nosotros no era necesario, que estábamos cómodos en este, pero que si ella lo creía conveniente, cambiábamos. Supongo que tendría sus razones. Me dijo que era porque en el otro hotel tendríamos mejor servicio y mejor comida. Pero yo intuía que había algo más. El caso es que esa misma tarde nuestra furgoneta nos trasladó a otro hotel, llamado ZhongYue, situado a apenas dos calles de distancia del primero. La verdad es que era mucho más grande y moderno que el anterior, y también mucho más ambientado. Era de tres estrellas, como el anterior, pero se notaba que estas estrellas eran más grandes....
Tras registrarnos en recepción, subimos a las habitaciones, donde volvimos a sacar nuestros bártulos y ropajes. Las vistas desde la ventana de la habitación eran inmejorables; daban a la montaña y a un gran parque privado del hotel. No estaba mal. Había valido la pena el cambio. La cena era de buffet libre, y la comida muy variada, con más de veinte platos distintos donde elegir. Jesús y Dan acusaron el cambio alimenticio con más severidad, y comenzaron a tener verdaderos problemas gástricos. Aparecieron en sus organismos los primeros síntomas de la enfermedad del turista extranjero, y que nosotros denominamos coloquialmente como ‘cagaleras’ o, en un término más científico, pero no menos ‘oloroso’, diarreas. Y lo peor no eran esas repentinas molestias, que te obligaban a salir corriendo apretando el trasero, hacia donde ya todos imaginamos, no. Lo peor era soportar el nauseabundo e indescriptible olorcillo de las letrinas, si no te pillaba en el hotel.

El tercer día, solo Mika bajó a desayunar; los demás no teníamos ganas. En los rostros de nuestro equipo, ya se dejaba notar el cansancio físico. Las ojeras eran patentes y muy marcadas. Sobretodo en Jesús se notaba mucho y lo estaba pasando fatal.

Ese día, nada más llegar a la escuela, notamos que algo pasaba. Los monjes estaban todos uniformados con sus trajes grises y hacían ejercicios de calentamiento. Enseguida nos enteramos de que esa mañana, estaba previsto que llegase un equipo de periodistas de la BBC para realizar un reportaje sobre la escuela y sobre Shaolin. Iniciamos nuestro entrenamiento como siempre, dirigidos por Zhang Shidong. El Maestro Liang Shaozong había insistido mucho en los ejercicios de estiramientos, de flexibilidad y el trabajo de las técnicas de base. Esto era muy duro, pero aun así, iban aguantando bien. A media mañana llegaron los reporteros de la BBC, y en apenas unos minutos, el equipo de la escuela estaba preparado para iniciar una soberbia demostración de Kung-fu Shaolin. Formas en equipo perfectamente sincronizadas, formas de animales, como el águila, mono, tigre o mantis religiosa, se sucedían una tras otra en un frenético torbellino de acción y espectáculo. El manejo de diversas armas, las técnicas de parejas y los ya famosos ejercicios de Qi-gong de Shaolin, formaban parte de la demostración. Los reporteros estaban asombrados. Les llamó la atención nuestro grupo, y uno de ellos se dirigió a nosotros para preguntarnos de dónde éramos y que hacíamos allí. Finalmente nos realizaron una entrevista, destacando especialmente a Dan, por ser de origen británico. Tomaron también unas imágenes de nuestro entrenamiento, que dijeron que iban a incluir en su documental sobre Shaolin.

Durante esa mañana, y sin previo aviso, nos cayó una de las tremendas tormentas que tuvimos durante nuestra estancia aquí. Llovía a raudales, por lo que los habituales entrenamientos de los miles de niños en los descampados de la escuela tuvieron que interrumpirse durante algunas horas. La normalmente tórrida temperatura se tornó agradable, y aunque seguía haciendo calor, ya no era tan sofocante. No sabría precisar los litros de agua por metro cuadrado que cayeron, pero debieron ser muchos, ya que el río que atravesaba la ciudad iba muy cargado. La tormenta, igual que vino se fue, dejando las calles y los campos llenos de grandes charcos, que no tardaron ni dos horas en disiparse por completo, debido al sofocante calor. Aquella región de la provincia de Henan, suele ser bastante áspera y seca, pero las ocasionales y copiosas lluvias torrenciales se encargaban de mantener un equilibrio en el ecosistema, que lograba que los campos, no obstante, tuvieran siempre un verde intenso por la vegetación y los diferentes cultivos.

Los niños, que con las primeras gotas de lluvia habían desaparecido de los diferentes patios, aparecieron de nuevo, como si de caracoles u hormigas se tratase, y como si nada retomaron sus entrenamientos. El suelo, ahora mojado, sobre el que habitualmente entrenaban, no suponía impedimento alguno para ellos. Me acordé de España, que cuando hace un poco de frío, o llueve, la mitad de los alumnos no aparece a entrenar. Y eso que entrenamos en una sala cerrada, con colchonetas! ¿qué pasaría si un día les dijese que entrenaríamos en la calle?....

Jesús comenzó a sentirse bastante mal. Le dolía el abdomen y le fallaban las fuerzas. Tenía la cara muy pálida, aunque esto último no se si era porque se había atrevido a entrar en las letrinas de la escuela, o por el propio efecto de la enfermedad. Lo que si sé, es que Dan no pudo entrar en ese sitio. Y mira que lo intentó. No os podéis ni siquiera imaginar lo que era aquello; ¡Ni las moscas se aventuraban a entrar allí! Cerca de tres mil niños haciendo sus cosas en ese lugar.... No quiero entrar en excesivos detalles.... Era verdaderamente una prueba a superar, el entrar y no marearse con el indescriptible olor. Creo que de aquí les viene a los monjes el “control de la respiración”....

Esta noche, tras la cena, decidimos dar un paseo hasta el pie de una colina cercana, donde habíamos observado cierto movimiento y ambiente nocturno de gente.. La temperatura, invitaba a estar en la calle. En la plaza al pie de la gran escalinata que conducía a la cima de la colina, donde había una gran pagoda, se habían instalado varios bares o chiringuitos al aire libre, que servían bebidas frescas. Nos sentamos en uno de ellos, donde vimos que había más ambiente, aunque tampoco eran más de diez personas. Y estaban cantando con un Karaoke. Eso animó mucho a Jesús, que se atrevió a cantarnos algo, lo que nos causó auténtico pavor. Y no es porque cantara en chino. Fue un verdadero cachondeo; los chinos se partían de risa. Yan por poco se cae de la silla. Nos reímos mucho y lo pasamos genial. Nos sirvieron unos helados y unos refrescos. Recuerdo que pedía té frío, que se había convertido en mi bebida favorita. Estaba delicioso. La cuenta de todo la pagué yo, a pesar de la insistencia de Yan en hacerlo ella. Me sorprendió lo barato que era; no mas de once Yuan. (Poco más de 1 €uro). En esta ocasión nos acompañaban también unos familiares de Yan, que habían venido desde Zhengzhou a visitarla. Gente muy humilde y simpática. Hablamos de muchas cosas acerca de nuestras dos civilizaciones y culturas. Fue una velada muy agradable, que me hizo sentir como si no fuese extranjero en este país.

Al día siguiente salimos a la ciudad para adquirir alguna medicina para Jesús y Dan, que empezaba a encontrase bastante mal. Entramos en una pequeña tienda que parecía una farmacia a juzgar por la cruz verde de la fachada. Pedí una medicina para los dolores estomacales, y la dependienta, una señora muy agradable y dulce, nos dispensó unas pastillas. Debíamos confiar en que nos hubiese entendido bien, aunque Jesús solía ser bastante ‘expresivo’ en su lenguaje. Yo compré también un par de frascos de un ungüento muy bueno que conocía. El precio era realmente irrisorio: la cuarta parte de lo que me había costado en Beijing, en total 3 yuan.



Los “monjes” de la escuela Epo


Al cuarto o quinto día de entrenamiento en la escuela, los miembros del equipo de Kung-fu, que habitualmente entrenaban junto a nosotros, ya casi nos habían aceptado como parte integrante de ellos. En total eran unos veinte chavales, con edades comprendidas entre los 16 y los 25 años, aunque también, y sobretodo al final, entrenaba con ellos otro grupo de aspirantes a entrar en el equipo. Yo les observaba en todo momento en todo lo que hacían, y éstos no dejaban de asombrarme. Incluso establecí ciertos paralelismos o similitudes entre gente de mi escuela y los de aquí, con la salvedad de la enorme diferencia técnica. Había aquí un Jallal, un Emilio, un Javi, etc. Cada cuál se parecía en algo a algunos alumnos de la escuela de San Pedro. Aprovechaba cada ocasión para preguntarles, muchas veces a través de Yan, cosas acerca de sus vidas y su razón de la práctica del Kung-fu. Algunos se mostraban ciertamente muy comunicativos, casi todos, salvo un par de ellos, que aun nos miraban con cierto recelo.

Averigüé que entrenaban todos los días un promedio de seis a ocho horas, levantándose a las cinco o cinco y media de la mañana, antes incluso que hubiese salido el sol. Los monjes del equipo, solían salir a correr a esa hora, y subir hacia la cercana montaña, como parte del entrenamiento diario. Algunos también estudiaban, pero otros, ya algo más mayores, no. Estos se dedicaban tan solo a entrenar. Sus aspiraciones eran muy diversas, pero la primera de todas ellas, era la de pertenecer al equipo de la escuela, ya que ello suponía poder tener una salida profesional, un medio de ganarse en el futuro la vida. Solo tres de ellos habían estado en el monasterio, como monjes, y muy pocos esperaban dedicarse a estudiar el budismo, ingresando nuevamente como monjes en el templo. El Kung-fu era su meta absoluta y prioritaria. No había otras distracciones posibles. Luego vendría todo lo demás. Ellos vivían aquí, en la escuela, es decir, que no salían para casi nada al exterior. No percibían sueldo alguno por realizar las exhibiciones, pero a cambio, recibían formación y pagaban menos a la escuela por ello. De alguna manera era un intercambio, en el que la escuela establecía las normas y condiciones a seguir. Pero no era una cuestión fácil, no. Debían rendir siempre al máximo en todo momento. Si su rendimiento comenzaba a decaer, podían incluso ser expulsados del equipo y de la escuela. Por todo esto, no había distracción posible; Ni televisión, ni juegos, ni chicas. Su vida era el Kung-fu, y ellos lo habían elegido así. Y se sentían orgullosos de ello. Eran la elite, los mejores de la escuela. En el futuro, algunos aspiraban a entrar en la policía, o en el ejército. Otros a dedicarse e enseñar en las universidades del país; Otros a poder viajar por el mundo, mostrando su arte. Algunos querían dedicarse a la competición de Wu-shu. En este sentido pude comprobar la gran cantidad de trofeos que habían conseguido los alumnos de la escuela en campeonatos nacionales, donde el nivel es muy elevado. Un chico joven, de apenas veinte años, llamado Bi Công, uno de los componentes del equipo, que se convertiría posteriormente en nuestro Instructor principal, había ganado en varias ocasiones, el campeonato nacional absoluto en varias categorías. Su nivel técnico y su velocidad eran asombrosas de verdad. Figuraba en el cuadro de honor de la escuela.

Otros destacados miembros del equipo, eran Yang Jia Xong, Zhang Shu Ming, Yan Hai Hai, un fenómeno del Tongzigong, el pequeño Guo Xiao Hui de 7 años, y el anciano maestro Tian Song Feng, de 74 años, también un verdadero experto a ámbito nacional en el arte del Tongzigong. Y algunos más de cuyos nombre ahora no me acuerdo, más que nada por su similitud fonética.

Durante el tiempo que estuvimos nosotros en la escuela, estaban preparando la nueva exhibición de la gira que iban a realizar por Europa, así como su participación en el próximo festival internacional de Artes Marciales de Zhengzhou, evento que reúne a miles de practicantes de toda China, y al que fuimos amablemente invitados. Este festival se celebra cada dos años en el mes de Septiembre, siendo de especial relevancia las artes marciales del Templo Shaolin. Es un espectáculo digno de ver, con un nivel técnico altísimo, y de una puesta en escena, como solo los chinos saben hacer.

Pero también había en la escuela otro equipo de elite, aunque éstos eran de Wu-shu, y que habían obtenido una beca especial del gobierno chino. Se les consideraba como deportistas de elite, y la verdad, su nivel era impresionante. Pocas veces he visto una calidad técnica tan elevada, rayando la perfección, y obviamente, no en España. Pero su actitud no era precisamente de humildad, como era latente en el otro grupo. Trataban a los demás, sobretodo a los monjes, como si fuesen inferiores. No me gustó esa prepotencia y arrogancia desmesurada.

Cierto día en que esta gente llegó para hacer una grabación en vídeo, nos indicaron que subiésemos al segundo piso, donde había otra enorme sala de entrenamiento. Ellos se quedaron abajo, y nosotros tuvimos un día de entrenamiento libre en la sala de arriba. Desde las amplias ventanas teníamos una espléndida vista sobre un pequeño bosque que había justo al lado. En realidad era un antiguo cementerio. Aprovechamos ese día para acercar lazos de amistad con el grupo de monjes, realizando numerosas fotos para un artículo de la revista, e intercambiando técnicas de Chin-na. Hacían bromas y se reían mucho con Mika. A partir de ese día todo cambió sustancialmente. En todo momento estaban siempre dispuestos a ayudarnos en la realización o mejora de alguna técnica o forma. Se les veía muy buena gente.

Esa misma tarde llegó el Maestro Liang, y todos estaban especialmente tensos y pensativos. Y no era para menos, pues se iba a realizar una prueba a todos para ver quién iba a conformar finalmente el equipo de doce personas que viajaría a Europa. El Maestro Liang, como siempre, fue muy duro y echó la bronca a todos, en una jerga que no entendíamos, pero que era muy expresiva. Tras la selección del equipo, todos se pusieron a trabajar; en sus rostros no se reflejaba en absoluto ninguna emoción que delatara quién se quedaba y quién formaría parte del equipo. Seguían entrenando como si nada hubiese ocurrido. Otra gran diferencia entre ellos y nosotros, de la que muchos debería aprender. Y no voy a relatar la de ocasiones que he tenido problemas con alumnos o con los padres de alumnos, porque alguno de ellos se había quedado fuera de una exhibición....


Encuentros con el Abad Shi YongXin


Estábamos sentados en una mesa del amplio restaurante del hotel. Sólo estábamos Mika y yo, ya que los demás no habían querido bajar a cenar. En el gran comedor había bastante animación, como casi todos los días. De pronto algo me impulsó a alzar la vista y dirigirla hacia la entrada de la cocina. Apareció un monje, vestido con su túnica marrón, seguido de otros dos, algo más jóvenes. No daba crédito a mis ojos; Era Shi Yongxin, el actual Abad del templo Shaolin. Era sumamente difícil poder contactar con este hombre. Suele estar siempre muy ocupado en su tarea de dirigir y organizar los temas del templo y todo lo demás relacionado con el budismo. Gracias a este hombre, bastante joven para su cargo, Shaolin estaba viviendo una tremenda transformación.

Y ahí estaba, a escasos metros, dirigiéndose directamente hacia nosotros. Fijó su mirada en mí, y me dirigió una leve sonrisa, a la que yo respondí con un leve pero respetuoso saludo. De la mesa de al lado se levantaron de pronto varios jóvenes, que hicieron una gran reverencia al paso del Abad. Uno de ellos estaba visiblemente nervioso, aunque desconozco la razón. Esta fue la primera ocasión que tuve de ver a este hombre, que, para mi, reviste cierta importancia, y que representaba actualmente al Templo Shaolin a todos los niveles y ámbitos.

Resulta que tenía una importante reunión en una de las habitaciones del mismo hotel, con los representantes budistas de no sé que país. Se lo comenté a Yan, y ella me comentó que conocía bastante bien al Abad, y que trataría de hablar con él para concertar una entrevista personal para mi. Finalmente no pudo ser, puesto que al día siguiente se tenía que marchar de viaje al sur de China.

Aún así, a su regreso, y justo un par de días antes de nuestra partida, volvimos a encontrarnos con él en el mismo hotel. Se alojó casualmente en la habitación de enfrente a la nuestra. Mika, en su entusiasmo e ingenuidad, comentó que estaba dispuesto a permanecer sentado delante de su habitación hasta que saliese, y entonces le pediría un autógrafo. Le hice entender que eso era una idea absurda, que el Abad no concedía autógrafos, ni era una estrella de cine, ni tenía nada que ver ni con Alejandro Sanz o Jennifer López no era ese el trato que debía uno dispensarle. Además, con saludarle con respeto era suficiente, y que lo del autógrafo cobraba otro sentido, pues seguramente no se negaría a escribirte algo sobre cualquier papel, pero en señal de agradecimiento y buenos deseos.

A la mañana siguiente, cuando salió de su habitación, se fijó en nosotros, que teníamos la puerta de entrada de la nuestra abierta, como de costumbre. Y le llamó la atención el gran estandarte rojo con la palabra Buda escrita en caracteres dorados. Me saludó a la manera tradicional, saludo que yo correspondí con sumo respeto. No creí que fuese el momento ni la forma para dirigirme a él y realizarle una entrevista. Además mi interés, aparte de ser profesional, era también muy personal como budista.
Yan me prometió que hablaría con él, y así lo hizo, solo que para entonces, ya estábamos de regreso para España. Aún así, el Abad se mostró muy interesado por mí y por mi proyecto, hasta el punto de que me invitó, siempre a través de Yan, en la próxima ocasión que visitara Shaolin, a hablar con él. También me reiteró su respaldo y reconocimiento oficial hacia mi y mi escuela de España, lo que representa un verdadero honor, aparte de las connotaciones públicas que conlleva. Estaba incluso dispuesto a viajar a nuestro país, para conocer de cerca nuestra escuela y el proyecto que le hice llegar.

Yan me comentó también que el Abad, sabía muy bien quien era yo, y conocía perfectamente todos mis pasos respecto a Shaolin. Poseía amplia información de todas nuestras actividades realizadas, asi como de mi inusual interés por todo lo relacionado con el Templo. Y le había comentado a Yan que, tal vez en el próximo viaje, porque estaba seguro que yo volvería, tenía un gran proyecto para mi.

Yo estaba impresionado de que este hombre tuviera tanta información de mi, y solo cabía la idea de que mis Maestros y contactos allí, le hubiesen hablado de mi.



















Bienvenido...

Hace ya muchos años que vengo viajando a las regiones milenarias de China, un país que me fascina, que me llega a lo más profundo de mi alma y corazón. Y en todos estos años, he acumulado un sinfín de historias, anécdotas y relatos que han ido tomando forma de pequeños libros que, por diversas circunstancias, no han salido publicados aun. Pero es mi deseo que todos mis amigos y conocidos, además de cualquier otra persona interesada en estos temas de aventura y viajes, puedan acceder y compartir de alguna manera mis experiencias.
Así pues, este blog no es otra cosa que una ventana abierta a mi corazón y, si te animas a asomarte, un billete que te trasladará miles de millas a lomos de los recuerdos y experiencias por esas tierras. Bienvenido..